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5 Hábitos para Encontrar el Equilibrio en tu vida

La vida no es una competencia: ¿Cómo lograr el equilibrio?

Uno de los errores más frecuentes, al que estamos expuestos todos, absolutamente todos, es aquel de asumir la vida como si fuera una competencia. Desde que somos niños, nos enseñan a ser competitivos, nos inculcan que debemos ser los mejores, inclusive a cualquier costo. Así, de manera inconsciente, establecemos rivalidades allí donde no las hay, como el seno familiar.

 Sí, porque competimos todo el tiempo con nuestros hermanos, o primos, o con los amigos. Si alguno aparece con algo que nosotros deseamos, sentimos el irreprimible deseo de poseerlo: no podemos permitir que nos derroten. Y nos cuesta digerir los triunfos y logros de los demás, porque en virtud de ese equivocado espíritu competitivo creemos que no se los merecen.

En la niñez, ese comportamiento es inducido por los mayores, por nuestros padres o hermanos, o por el entorno (colegio, amigos, pareja). Sin embargo, y esta es una de las más dolorosas manifestaciones del error, cuando somos adultos y tenemos plena conciencia de lo que hacemos, cuando tomamos nuestras propias decisiones, nos dedicamos a reforzarlo.

Queremos tener la novia más bonita, le gritamos al mundo que tenemos la mejor familia, se nos hincha el pecho de orgullo al decir que tenemos el mejor trabajo del mundo y ni qué decir cuando nos referimos a nuestros hijos o nietos: ¡son los mejores del mundo, por supuesto! Competimos todo el tiempo en todos los ámbitos, sin darnos cuenta del daño que nos provocamos.

¿Por qué? Porque a la larga nos convertimos en nuestro propio rival. ¿Entiendes? En procura de esa excelencia, de ese irreprimible deseo de ser los mejores o los primeros en todo, no solo nos desviamos de lo que en realidad es importante, sino que nos agotamos. Malgastamos las energías, nos llenamos de pensamientos tóxicos y adquirimos hábitos que no son saludables.

Lo peor, sin duda, es que este comportamiento dañino lo trasladamos a todas y cada una de las actividades de la vida: lo personal, lo laboral, las relaciones, el deporte, en fin. El problema es que muchas veces nos quedamos solos porque los demás no están interesados en competir, no están obsesionado por demostrar que son los mejores, no quieren estar en esa carrera loca.

Entonces, competimos con nosotros mismos, somos el rival para vencer. No nos satisface nada, nos disfrutamos ningún logro porque se nos antoja insuficiente, no valoramos el proceso porque lo único que nos interesa es el resultado final. A la postre, ¿sabes cuál es el resultado que obtenemos? La derrota total. Somos los únicos perdedores en una carrera sin ganador.

Hagamos un alto en el camino y pensemos tranquilamente: no está mal ser competitivos, no está mal querer superar nuestros propios límites, no está mal intentar ser mejores en aquellas actividades que realizamos. Lo malo es que a veces, muchas veces, perdemos la perspectiva y nos obsesionamos con la rivalidad. Entonces, perdemos el foco y distorsionamos la realidad.

Una de las situaciones más comunes en la que somos víctimas de esa equivocación es aquella de establecer prioridades: ¿la vida personal o el trabajo? ¿La pareja o el trabajo? ¿Los amigos o el trabajo? ¿Los hijos o el trabajo? De nuevo: asumimos la vida como una competencia en todos los ámbitos y malgastamos las energías en la búsqueda de un ganador (que no existe).

Esa dualidad trabajo/vida personal es, sin duda, una de las mayores fuentes de estrés y de insatisfacción para cualquier ser humano. Llegas a tu lugar de trabajo, pero tu cabeza piensa en tu pareja, en tus hijos, en cuánto te gustaría recogerlos a la salida del colegio o ir a jugar al parque. Te reprochas porque tu trabajo no te permite disfrutar de esos momentos especiales.

De regreso a casa, no les prestas atención a tus seres queridos porque tu cabeza y tu atención siguen en la oficina. El contrato que no se firmó y que es importante para la empresa, el cliente que se quejó por el servicio y quiere romper la relación, el presupuesto que debes presentarle a tu jefe para aprobación, el informe anual que no reflejará los números que esperaban…

Nuestro cuerpo está en un lugar, pero nuestra mente está en otro. Esa es la razón por la cual no descansamos, ni siquiera el fin de semana o durante las vacaciones: no somos capaces de desconectarnos y, en consecuencia, todo el tiempo estamos sobrecargados. Además, sin poder disfrutar de esos increíbles pequeños detalles y momentos especiales que nos brinda la vida.

Una desconexión que cada vez es más difícil, por el mal uso que hacemos de la tecnología que nos proporciona fabulosas herramientas. Enviamos o recibimos mensajes de índole laboral en horarios no adecuados como la noche o el fin de semana, llevamos trabajo para la casa porque en la oficina no pudimos terminarlo o, lo peor, sacrificamos nuestro activo más valioso: el tiempo.

Ahora, hay algo que es muy importante comprender: cuando hablamos de equilibrio no significa, de manera alguna, una perfecto 50/50. Habrá momentos y situaciones en las que será un 60/40 o, inclusive, un 70/30. Lo crucial es que no sea algo permanente, que no siempre tu vida personal se vea sacrificada por lo laboral, o que tu trabajo sea el que termine perjudicado.

El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua nos dice que una de las acepciones de equilibrio es “armonía entre cosas diversas”. Vida personal, familia, vida social, descanso, salud y trabajo son conceptos distintos, pero no tienen por qué ser contradictorios o, de otra forma, rivales. Recuerda: la vida no es una competencia, no se trata de ganar, sino de vivir.

¿Cómo lograrlo? ¿Cómo acercarnos a ese equilibrio para dejar de vivir la vida como si fuera una competencia? ¿Cómo aprender a compaginar todas las facetas de tu vida y disfrutar al máximo cada una? No hay una fórmula perfecta, ni un libreto ideal que puedas seguir: tú mismo debes descubrir la solución, pero quizás te ayude adquirir estos cinco hábitos:

1.- Establece límites.
De ida y vuelta, es decir, no solo para lo laboral, no solo para lo personal. Entiende que hay momentos, circunstancias o períodos del año o de la vida en la que alguna pesa más que la otra. Y es normal. Sin embargo, encuentra la forma de recuperar lo perdido en algún ámbito para que esa carencia no sea una pesada carga. Ah, sin límites, no barreras insuperables.

2.- Aprende a decir NO.
No tienes por qué caerle bien a todo el mundo, no tienes por qué complacer a todo el mundo. Es tu vida, decide por ti mismo. Cuando dices NO, hazlo con convicción, de manera consciente, a sabiendas de que entiendes que es lo mejor para ti y los tuyos en ese momento. No es ser caprichoso, ni sacar ventaja, sino aprender que hay un momento para cada actividad.

3.- Fija prioridades.
Una de las razones por las que nos resulta tan complicado tender a ese equilibrio es porque no establecemos prioridades, no sabemos qué es lo importante en ese momento o situación específica. Fija 3 prioridades en cada ámbito y sé disciplinado para respetarlas, para hacer lo que se requiera para conseguir los objetivos propuestos. Después habrá tiempo para lo demás.

4.- Supérate, pero no compitas.
Está bien, muy bien, que quieras ser tu mejor versión, pero entiende que no es una competencia y que, además, es un proceso de mejoramiento continuo. Aprende más, explora nuevas áreas del conocimiento, desarrolla otras habilidades, rodéate de personas mejores que tú, ayuda a otros, comparte lo que sabes, lo que tienes, lo que eres. Supérate sin competir.

5.- Disfruta la vida.
El cantante colombiano Juanes nos dice que “la vida es un ratico”. No sabemos cuánto tiempo nos queda, así que la única tarea que debe ocuparnos es la de ser útiles. Haz lo que te gusta, lo que amas, lo que te apasiona; sirve a otros y sé cuan generoso puedas de manera genuina. Y no lo olvides: lo que recibes de la vida es proporcional a lo que tú le ofreces a la vida.

Es posible vivir una vida con equilibrio sin asumirla como una competencia y, lo mejor, con un resultado favorable. Eso sí, asume y acepta que es un trabajo de toda la vida, una labor que te exige cada día, pero que así mismo te ofrece increíbles recompensas. La vida no es familia o trabajo, sino familia, trabajo, salud, descanso, responsabilidades, retos, diversión, amor…

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