Salud, estatus, libertad y bienestar son más valiosos y, lo más importante, ninguno de ellos se pueden adquirir con dinero.
¿Eres uno de tantos que odian que llegue el lunes y tengas que ir a trabajar? ¿Durante el día miras el reloj frecuentemente a la espera de la hora de salida? ¿Requieres armarte de paciencia, ponerte una armadura, para soportar a tus compañeros y a tu jefe? ¿El único día del mes en que te sientes bien en tu trabajo es cuando recibes tu paga? Cuidado, esas son señales preocupantes.
Hay una realidad que no podemos obviar: necesitamos trabajar, necesitamos el dinero que recibimos a cambio de nuestro conocimiento y de nuestro tiempo. Así está diseñada la sociedad, así ha funcionado durante siglos. Aun si eres el dueño de una empresa o tienes un negocio propio (quizás, familiar), debes acomodarte a las condiciones que fueron establecidas por el sistema.
El problema
¿Sabes cuál es el problema? Que durante la etapa productiva de la vida, de los 18 a los 65 años, pasamos la mayor parte del tiempo, cada día, dedicados a trabajar. Y si ese trabajo que realizamos no nos brinda la felicidad que anhelamos, no nos da la tranquilidad que necesitamos, no nos permite cumplir los sueños que forjamos, la vida se convierte en una carrera de la rata.
Tristemente, millones de personas de todo el mundo viven ancladas en esa realidad. Cada día es una batalla por conseguir el dinero que ellas y sus familias requieren y, aunque lo consiguen, a veces, muchas veces, no es suficiente para satisfacer sus necesidades y deseos. Así, entonces, la vida se consume en medio de una rutina interminable que te atrapa y no te brinda una salida.
Por supuesto, a largo plazo, la vida, principalmente tu salud, te pasa la cuenta de cobro. Y lo hace de una manera dolorosa, claro. Lo peor, ¿sabes qué es lo peor? Que el día de mañana, cuando llegas a la edad adulta, cargas con el sinsabor de lo que pudo haber sido y no fue. La amargura de una vida que no te hace feliz, no te da lo que requieres y que, lo más triste, no la disfrutaste.
El origen de esta incómoda situación es que nos dedicamos a vivir la vida tal y como se nos presenta, a la espera de que mañana sea mejor. Por la educación que recibimos, por las creencias que cultivamos, por los hábitos que desarrollamos y también por la presión que ejerce el entorno, nos cuesta trabajo salirnos de la horma. Y, entonces, nos sometemos a “la vida que me tocó”.
La verdad, sin embargo, es que “esa vida que me tocó” es la vida que tú construiste. Es decir, es el fruto de tus decisiones, de tus aprendizajes (y de lo que no aprendiste, también), de tus errores y de tus acciones. Esa es la razón por la cual una persona cualquiera puede construir la vida que desea, sin excusas, y lograr paz, tranquilidad, felicidad, abundancia y prosperidad. ¿Lo sabías?
La solución
De lo que se trata es de descubrir cuál es el propósito de tu vida (la razón de ser de tu presencia en este mundo) y aprender a gestionar los recursos que te fueron entregados. El siguiente paso es conectarlos con tus dones y talentos, con tus pasiones, de modo que, hagas lo que hagas, cualquiera que sea el trabajo que elijas o a lo que te dediques, logres cumplir tus sueños.
Que, por supuesto, deben ir más allá del objetivo primario de conseguir dinero, un sustento para vivir, para conseguir lo que necesitas y deseas. En otras palabras, el fin de tu vida, de tu tarea cada uno de los días de tu vida, no puede (no debe) ser conseguir dinero y atesorarlo. ¿Por qué? Porque la financiera no es la única riqueza que necesitas y corres el riesgo de perderte las demás.
Las 5 riquezas que necesitas para una vida plena
1.- Riqueza física (salud). Sin salud, la vida puede ser algo muy complicado de sobrellevar, quizás doloroso y desagradable. Lo que sucede es que a veces no somos consciente de que el estado de nuestra salud es directamente proporcional a los hábitos que desarrollamos, a los alimentos que consumimos, al estilo de vida que establecemos. La salud, entonces, es una riqueza que se cultiva.
La riqueza física es la que más padece las consecuencias de nuestra obsesión por conseguir riqueza financiera. Sacrificamos la salud porque nos enseñan, estamos convencidos, de que “más es mejor”: más trabajo, más esfuerzo, más sacrificio, y no es así. La clave radica en hallar un equilibrio (que no es 50/50) entre la vida laboral y la personal, que se compaginen, que se complementen.
2.- La riqueza social (estatus). A todos, absolutamente a todos, nos interesa lo que los demás dicen y piensan de nosotros. Y dado que nos enseñan que “hay que ser los mejores” en todo lo que hacemos, muchas veces nos imponemos expectativas muy elevadas. O, quizás, asumimos pesadas cargas en procura de la aprobación de otros, de ser más reconocidos, de lograr un mejor estatus.
El reconocimiento es uno de los 5 niveles de jerarquía de las necesidades humanas establecidas en la famosa Pirámide de Maslow. Contempla factores como autorreconocimiento, confianza, respeto y éxito. Es decir, todos necesitamos atesorar esta riqueza en alguna medida, sin caer en la trampa del egocentrismo. Recuerda: no eres un cargo o una posición; eres el legado que dejas al mundo.
3.- Riqueza financiera (dinero). El dinero no hace la felicidad (no la compra), pero vaya si ayuda. ¿Cierto? Mientras tengas vida, salud y la disposición para aprovechar tus dones y talentos, si tomas buenas decisiones la riqueza financiera llegará. Quizás no en exceso, pero sí en la medida necesaria para suplir tus necesidades básicas, darte algunos gustos y llegar al fin de cada mes sin apuros.
El problema es cuando nos obsesionamos con la riqueza financiera, cuando creemos que a partir de ella seremos más reconocidos y, por ende, más felices. Puedes tener todo el oro del mundo, pero con él no puedes comprar salud ni vida, ni felicidad, ni bienestar, ni el respeto de los demás. Esta riqueza, además, está determinada por tu grado de gratitud: agradece más y recibirás más.
4.- Riqueza de tiempo (libertad). Una necesidad que cada vez cobra mayor relevancia, en especial después de los dolorosos sucesos a los que nos enfrentamos en los últimos años. Sucesos que nos enseñaron que no todo es trabajo, que si bien al llegar a este mundo nos fue encomendada una tarea no podemos olvidar que hay que disfrutar. Más allá de las dificultades o de los problemas.
La vida es un viaje o, si quieres, una aventura. Y bien vale la pena vivirla, más allá de que a veces, muchas veces, no logras cristalizar todos tus sueños. El valor del dinero que recibes a partir de tu trabajo no está determinado por la cantidad, sino por la libertad que te brinda para hacer lo que te gusta, para compartir con otros, para ayudar a otros. La verdadera riqueza es la libertad de elegir.
5.- Riqueza emocional (bienestar). ¿Sabías que existe y que, además, es muy importante (valiosa)? Es, sin duda, la más importante, porque sin salud física y emocional, sin bienestar, es imposible disfrutar la vida. La clave radica en destinar tiempo de calidad para compartir con las personas que hacen linda tu vida y, por supuesto, para ti. Sí, también para ti, lo más valioso que posees.
La riqueza emocional está determinada no por el dinero, sino por tu inteligencia emocional, es decir, por la capacidad para gestionar adecuadamente las emociones. También, por una comunicación asertiva, relaciones constructivas, empatía y, algo muy importante: tu vocación de servicio a los demás, a tu entorno. Cuando devuelves a la vida lo que ella te brindó, luego te premia.
Si eres empresario o dueño de un negocio, recuerda que la riqueza financiera es una consecuencia. ¿De qué? De las decisiones que adoptas, de qué tan rápido te equivocas y cuánto aprende de ello y, sobre todo, de cómo gestionas el activo más valioso que tienes: tu gente. Contribuir a brindarles los cinco tipos de riqueza en el trabajo potenciará su desempeño y los resultados de tu negocio.
Si tú eres empleado de una empresa o negocio, no olvides estos consejos:
1.- Al despertar, agradece el nuevo día, la oportunidad que representa, y conquístalo
2.- Mantén tu mente ocupada con pensamientos positivos y constructivos
3.- Invierte en ti mismo, en tu conocimiento; invierte tiempo de calidad para ti
4.- Estudia cada día, algo que refuerce lo que sabes o algo nuevo que lo complemente
5.- Dedica 30 minutos para practicar algún ejercicio, inclusive en casa o la oficina
6.- Aliméntate bien y sano, porque la buena salud es la base de una vida feliz
7.- Practica la gratitud de tantas formas como sea posible
8.- Sé feliz, porque esa fue la tarea que se te encomendó al llegar a este mundo
9.- Ayuda a otros, a los que más lo necesitan, y la vida te recompensará10.- Vive cada día con alegría como si fuera el primero, con pasión como si fuera el último