Desde 2019, la OMS incluyó este mal entre las enfermedades asociadas al trabajo. Claves para controlarlo.
De acuerdo con el informe ‘State of the Global Workplace 2023’, publicado por la consultora Gallup, “el 59 % de los trabajadores no se encuentran comprometidos con sus trabajos y el 18 % afirma estar activamente desentendido de su empleo, a pesar de que aún está contratado”. ¿El motivo? El estrés laboral, que se ha revelado en los últimos tiempos como otra pandemia.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), “se puede definir el estrés como un estado de preocupación o tensión mental generado por una situación difícil. Todas las personas tenemos un cierto grado de estrés, ya que se trata de una respuesta natural a las amenazas y a otros estímulos. Es la forma en que reaccionamos el estrés lo que marca el modo en que afecta a nuestro bienestar”.
En palabras sencillas, el estrés es una alarma, una alarma destinada a llamar nuestra atención sobre una situación potencialmente riesgosa o negativa. Una luz que se prende cuando la mente y el cuerpo sienten una amenaza cercana (real o imaginaria). Eso quiere decir que, hasta cierto punto, el estrés es positivo, pues nos da la posibilidad de tomar medidas preventivas.
Esa es la teoría. La práctica, sin embargo, es distinta. A veces, muchas veces, el estrés se sale de nuestro control y, entonces, irónicamente, se convierte en una amenaza, en un riesgo potencial. Con consecuencias nefastas para tu salud, pues el estrés es el punto de partida de males como ansiedad, depresión, amén de problemas circulatorios, reproductivos o de su salud mental.
El estrés, a diferencia de la ansiedad, es una respuesta a un estímulo externo (aquella, a uno interno). Además, desaparece cuando la amenaza se ha conjurado, cuando se resuelve la situación que provocó la alarma. Las manifestaciones son diversas y algunas, inofensivas como sudoración de las manos, leve taquicardia o una irritabilidad momentánea. ¿La clave? Evitar que sea crónico.
El estrés se manifiesta en una primera fase de activación o preparación de la persona frente a un estímulo; después hay un periodo de mantenimiento del estado de alta actividad y, por último, cuando se supera la situación, se pasa a una fase de agotamiento en la que la alta actividad cae bruscamente. Es algo que vivimos todos los días decenas de veces, sin consecuencias graves.
Lo grave se da cuando no se recuperan la energía o los recursos gastados. Si sucede esto, se produce un desgaste importante del organismo. Has de cuenta que aceleras el auto en una pendiente extrema por encima de las 4.000 revoluciones por minuto y durante un trecho largo: se produce un ‘estrés’ que eleva la temperatura o, si persiste la exigencia, daña el motor (se funde).
Estos son algunos de los síntomas del estrés (se pueden presentar varios a la vez):
– Dolor de cabeza
– Mala memoria
– Diarrea
– Falta de energía
– Dificultad para concentrarse
– Repentinos cambios de conducta (temperamento)
– Depresión o ansiedad
– Problemas cardiovasculares
– Cambio de peso (aumento o pérdida drástica)
– Problemas estomacales (irritación del colon, por ejemplo)
– Cansancio constante y prolongado
– Disfunción sexual
– Rigidez en el cuello y la mandíbula
– Insomnio o exceso de sueño
– Desgaste celular y envejecimiento prematuro
Un problema que ha cobrado relevancia en los últimos años, en especial después de lo sufrido durante la pandemia. Sin embargo, las alarmas se habían prendido antes: en 2019, la OMS incluyó el estrés laboral como parte de la clasificación internacional de enfermedades asociadas al trabajo. En EE. UU., se estima e 300.00 millones de dólares el costo anual por ausentismo y enfermedades derivadas del estrés.
En el ámbito laboral, son diversas las fuentes de estrés:
1.- Mal ambiente y clima organizacional negativo
2.- Excesiva carga de trabajo (multitarea)
3.- Horarios extendidos más allá de lo convenido
4.- Imposibilidad de desconectarse fuera del trabajo
5.- Insatisfacción acumulada (bajo salario, ausencia de estímulo y oportunidades)
6.- Carencia de herramientas adecuadas para obtener los resultados esperados
7.- Falta de descanso (por ejemplo, acumulación de días de compensación)
8.- Malos hábitos alimenticios (mala hidratación, alteración del horario de comidas)
Ahora, es menester entender que el estrés no es un problema del empleado. Se trata de la sumatoria de factores negativos, muchos de los cuales por supuesto surgen de la empresa. El resultado es que los empleados cada vez están menos comprometidos con su trabajo, con las metas que se les asignaron y hasta con su futuro, de ahí que recurren a la “renuncia silenciosa”.
Esto se traduce en baja productividad, empleados que están desalineados del propósito y de los objetivos de la empresa y, en fin, en un malestar crónico que a nadie favorece. La encuesta de Gallup preguntó a los empleados qué mejoraría de sus puestos de trabajo y la mayoría de las respuestas, quizás sorprendentemente, no se referían al salario ni a las prestaciones.
Entonces, ¿a qué? A cuestiones como más autonomía, objetivos claros y reconocimiento por sus contribuciones. En otras palabras, al cada vez más relevante salario emocional. Según Gallup, el estrés en el trabajo alcanzó niveles sin precedentes: el 44 % de los empleados encuestados dijeron que experimentaban “mucho” estrés en el trabajo, una tendencia que comenzó casi una década atrás.
En el fondo, el problema con el estrés laboral es que ataca el activo más preciado de cualquier empresa o negocio: el capital humano. De ahí que es necesario implementar, entre empleadores y empleados, las medidas requeridas para extinguir las fuentes de estrés, aplicar los correctivos que sean del caso y establecer políticas y dinámicas que contribuyan a un ambiente laboral sano.
¿Qué se puede hacer, de manera sencilla y efectiva, para reducir el estrés laboral?
1.- Define tareas. Todos tenemos un límite marcado tanto por nuestro conocimiento y habilidades como por la resistencia del cuerpo y la mente. Pocas tareas bien hechas y terminadas son más que muchas a mal realizadas o sin finalizar. La comunicación fluida empleado-jefe es la clave
2.- Haz pausas. Los seres humanos no somos máquinas y necesitamos bajar el ritmo en distintos momentos del día. Establece horarios y sitios en los que los empleados puedan relajarse durante 10-15 minutos para recargar energías y retomar con fuerzas. Su productividad será mayor
3.- Controla las expectativas. Que, valga la pena decirlo, son fuente frecuente de estrés. “Más, más, más”, nos imponemos, como si la vida dependiera de ello. Y no es así. Niveles de exigencia exagerados no solo generan estrés, sino que indisponen al empleado y minan su autoestima
4.- Planifica. La desorganización y la improvisación son primas hermanas del estrés. Por eso, una buena planificación (y su cumplimiento, por supuesto) y la capacidad de adaptarse y responder a los imprevistos no solo reduce el estrés, sino que contribuye a conseguir mejores resultados
5.- Vive la vida. Vida personal y vida laboral no son incompatibles; de hecho, son complementarias. No debe haber rivalidad entre estos ámbitos: hay un espacio y un tiempo para cada uno, y es necesario respetar el límite. Permítete el lujo de desconectarte sin sentirte culpable
Por supuesto, es importante que el trabajo que realizas sea algo que esté conectado con tus dones y talentos, con tus pasiones, algo que disfrutes más allá del salario, del cargo o del reconocimiento. Una labor que te motive a levantarte cada día y dar lo mejor de ti, a contribuir por el bienestar de la empresa (o negocio) y, sobre todo, por el beneficio de tus clientes. La clave: ama lo que haces.
El estrés, dentro o fuera del ámbito laboral, es un enemigo peligroso que, sobre todo, tiene la capacidad de camuflarse, de esconderse en múltiples manifestaciones. Detéctalas, identifícalas y combátelas. No guardes silencio por creer que incomodarás a tus jefes o que tus empleados se van a sentir agredidos: la comunicación abierta, fluida y honesta es una medicina contra este mal.
Piénsalo: la vida es muy corta y no llegamos a este mundo a sufrir, a estresarnos. La misión que nos fue encomendada fue la de utilizar nuestros dones y talentos, conocimientos y experiencias, el aprendizaje de los errores, para ayudar a otros. Dicho de otra forma, cuando te dejas llevar por el estrés, desprecias lo más valioso que se te entregó: tu vida, tu salud, tu bienestar, fu felicidad.
Además, la mayor parte de esa vida la pasamos en el trabajo y, por ende, no se justifica que allí la pasemos mal, que estemos estresados. En últimas, el estrés es un hábito aprendido y adquirido y, por lo tanto, se puede desaprender, eliminar de tu vida. Baja el ritmo, olvídate de la histeria del entorno, respira profundo y conecta con tu cuerpo y tu mente para evitar caer en la trampa. “Lo que no sueltas, lo cargas; lo que cargas, pesa; lo que te pesa, te hunde”, es una frase popular en internet, en las redes sociales. No sé qué pienses tú, pero nosotros le hallamos una inmensa sabiduría. Amamos nuestro trabajo, amamos lo que hacemos, amamos el privilegio de ayudar a nuestros clientes y, a través de ellos, a sus clientes. Ese, créelo, es el mejor antídoto antiestrés…