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Relajación: 10 técnicas eficaces para evitar que ‘se funda la máquina’

Vivimos atrapados en el estrés, la histeria, las preocupaciones y la ansiedad, y nuestra salud lo paga caro.

Hace unos años, no demasiados, aunque se antoje increíble, casi nadie hablaba de estrés. Le gente decía sentirse cansada, pero nada que no pudiera calmarse con una noche de buen sueño. Hoy, el estrés es el principal enemigo del ser humano y fuente de múltiples enfermedades mortales: presión arterial alta, obesidad, diabetes, problemas cardíacos y, claro, de salud mental también.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), estrés es “un estado de preocupación o tensión mental generado por una situación difícil. Todas las personas tenemos un cierto grado de estrés, ya que se trata de una respuesta natural a las amenazas y a otros estímulos. Es la forma en que reaccionamos el estrés lo que marca el modo en que afecta a nuestro bienestar”.

Esta definición trae varios mensajes importantes: primero, el estrés, quién lo creyera, es una emoción: “la respuesta a una amenaza y a otros estímulos”. Eso significa que es inevitable, aunque controlable. Segundo, nadie se salva del estrés, así que es la inteligencia emocional, la capacidad que desarrollamos para gestionar las emociones, la mejor herramienta para combatir este mal.

Tercero, no es fácil luchar contra el estrés, que se transforma camaleónicamente: en el trabajo, en el hogar, en las relaciones (sentimentales o de amistad), en el deporte, en fin. Está por doquier, siempre de una forma diferente porque ese es el poder que le hemos concedido. El poder de destruirnos lentamente, metódicamente; el de minar nuestras fuerzas y enterrar los sueños.

El problema, ¿sabes cuál es el problema? Que a veces, muchas veces, subestimamos al estrés. “Yo lo manejo”, decimos, pero la realidad es distinta: él nos controla. Lo grave es que se trata de una enfermedad que afecta tanto a la mente como al cuerpo. En tanto es una emoción que nos da alertas sobre situaciones de riesgo, es positivo tener un poco de estrés. Pero, ¿cuánto es poco?

O, mejor, ¿cuánto es mucho? El nivel de estrés, según la OMS, está bien cuando “nos ayuda a realizar las actividades diarias”. Es decir, cuando nos mantiene alertas, concentrados en un objetivo y nos impulsa a cumplir con la tarea prevista. Sin embargo, cuando el estrés pasa a ser excesivo tiene consecuencias físicas y psíquicas. Que, ya lo sabemos, nos puede llevar a la muerte.

Ese fue, sin duda, uno de los aprendizajes más dolorosas, quizás aterradores, de la pandemia del COVID-19: nos dimos cuenta de cuán vulnerables, mental y físicamente, somos vulnerables al estrés. Que hizo de las suyas en ese período y, lo peor, ¿sabes qué fue lo peor? Que, no conforme con ese dolor provocado, ahora se manifiesta en forma de males que aquejan la salud mental.

La ansiedad, los intempestivos cambios de humor, la irritabilidad y el nerviosismo son algunos de los síntomas de altos niveles de estrés. También puede ocasionar dolores de cabeza, tensión (y dolor) en los músculos y articulaciones, además de malestar gástrico y dificultades para dormir. Algunas personas también sufren alteraciones del apetito (comer más o menos de lo habitual).

Pasarse de la raya es muy fácil, seguro lo has comprobado y muy riesgoso, también. Porque no solo es ingresar a un escenario en el que quedamos expuestos a una serie de enfermedades graves, sino también, a pasos intermedios que son tanto o más dañinos. ¿Por ejemplo? El consumo de tabaco, bebidas alcohólicas y otras sustancias que, muchas veces, son un punto de no retorno.

Uno de los problemas que se enfrenta para combatir el estrés es que cada persona reacciones de modo distinto a las situaciones estresantes. Los síntomas causados por el estrés de hecho varían en función de la persona, al igual que las estrategias que se aplican para hacerles frente. No hay normas y cada caso debe ser tratado de manera independiente. Eso dificulta su tratamiento.

Es normal que algunas situaciones generen estrés: una entrevista laboral, un examen académico, un exceso de trabajo, un empleo inestable, un conflicto con un familiar o dificultades económicas que nos ponen en aprietos. Además, hay sucesos que causan estrés generalizado, como grandes crisis económicas, brotes de enfermedades, desastres naturales, guerras y violencia social.

¿Es posible controlar el estrés?

Sí, es posible. Y, además, necesario. Hay una variedad de alternativas al alcance de tu mano para reducir esa carga en medio de la rutina diaria. O, mejor, como parte de la rutina diaria. Es decir, que así como has adquirido hábitos y realizas comportamientos que te conducen al estrés, puedes así mismo adquirir hábitos y realizar comportamientos que te ayuden a combatirlo y vencerlo.

Increíble, ¿cierto? Es el poder que tiene el ser humano, su mente. De lo que se trata es de poner en práctica pequeñas rutinas o ejercicios que te ayuden a relajarte. Todo el descanso que les brindemos a nuestro cuerpo y, sobre todo, a la mente nos permite reordenar las funciones y procesos biológicos de nuestro organismo. Es como cuando reseteas tu computador o celular.

Es muy fácil hacerlo, solo que no nos enseñan el beneficio y tampoco cómo llevarlo a cabo. Por eso, desde hace más de una década cada 15 de agosto se celebra el Día Mundial de la Relajación. Un llamado de atención y llamado a la acción, para bajarle la velocidad al estrés, bajarle el volumen al ruido que te provoca ansiedad, bajarle la intensidad a la histeria, a las preocupaciones.

El principal objetivo de relajarnos es conectarnos con el modo bienestar, tanto mental como físico. Esa es la clave: no puedes disociarlos, porque están estrechamente vinculados, como siameses. Relajación no solo significa tranquilidad y calma para evadirnos el estrés: también se refiere a la búsqueda de esa placidez de estar a solas, la templanza, el sosiego y la paciencia. ¿Entiendes?

Este concepto, créelo, es muy importante porque a veces, muchas veces, nos equivocamos al elegir la solución y, más bien, agrandamos el problema. ¿A qué nos referimos? A que hay ocasiones en las que pensamos que para relajarnos hay que ir al gimnasio a exprimirnos al máximo, o salir de fiesta y a tomar unas copas con tu pareja y los amigos, o tirarte a la cama a dormir horas…

Y no es por ahí, ¡ese no es el camino! ¿Por qué? Porque en el mejor de los casos son pañitos de agua tibia o, la mayoría de las veces, fuente de otro tipo de estrés. Por lo general, se trata de actividades en las que hacemos lo mismo que en el trabajo o en las relaciones: nos exigimos al máximo, ponemos expectativas muy altas, competimos en ver de divertirnos y ¡no nos relajamos!

La de relajarnos es una capacidad que todos los seres humanos, sin excepción, poseemos. Lo que ocurre es que algunos lo hacemos y otros, mientras, no aprovechan esta opción. “No tengo tiempo”, “Eso no es para mí”, “No necesito relajarme” y otras excusas que, a la larga, se traducen en que minas tus fuerzas y, con la sumatoria de malos hábitos y cero relajación, atentas contra tu salud.

¿Qué beneficios se obtienen al incorporar la relajación a tu rutina diaria? Veamos:

1.- Disminución de la presión arterial y la frecuencia cardíaca

2.- Mejoras en la frecuencia respiratoria y la digestión

3.- Mantenimiento de los niveles adecuados de azúcar en la sangre

4.- Aumento del flujo sanguíneo en los músculos

5.- Disminución de las hormonas del estrés

6.- Baja en la tensión muscular y el dolor crónico

7.- Mejoras en la calidad del sueño, el estado de ánimo y la concentración

8.- Disminución de la fatiga y sensaciones como la frustración y la ira, entre otras

9.- Notable aumento de la confianza para lidiar con situaciones problemáticas

10.- Mejora en la relación contigo mismo y con tu entorno

¿Cuáles técnicas de relajación puedes poner en práctica de manera sencilla? Veamos:

1.- El yoga

2.- La meditación

3.- El mindfulness

4.- El taichí

5.- La respiración profunda

6.- La biorretroalimentación

7.- La musicoterapia

8.- La hidroterapia

9.- La aromaterapia

Después de la vida, que es sagrada, la prioridad de todo ser humano es cuidar de su salud, la física y la mental, a partir de la premisa de “tu cuerpo, tu templo”. Tenemos que aprender a bajarnos de esa carrera loca de la histeria, las preocupaciones y las diferentes manifestaciones del estrés porque el destino ya sabemos cuál es: la muerte. Y, por supuesto, eso no es lo que deseamos.

Desconectarte de internet (redes sociales, correo electrónico, app de mensajería y demás) por un rato, por un día, no le hace mal a nadie. Practicar ayuno, hacer ejercicio, dedicar tiempo de calidad para ti en soledad y nutrir tu mente y tu cuerpo con alguna de las técnicas de relajación es algo que, a largo plazo, redundará en bienestar. La salud es el tesoro más valioso que posees, ¡no atentes contra ella!

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