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La inspiradora historia de Douglas Tompkins, el padrino de la Patagonia

Su legado conservacionista está representado en 15 parques naturales en la región del sur del continente, entre Chile y Argentina.

El sueño dorado de la mayoría de los seres humanos es “disfrutar la vida”, más allá de lo que eso signifique para cada uno. Una idea que, por lo general, asociamos con tener mucho dinero que nos permita absoluta libertad: viajar, comer bien, vestirnos con la ropa que nos gusta, disponer de comodidades y, en suma, vivir alejados de las preocupaciones y los problemas mundanos.

Un sueño que quizás también es el tuyo, pero que, perdónanos por estropeártelo, no se ajusta a la realidad. Es decir, la vida no es así. De pronto, sí, durante un período, pero no a largo plazo. De hecho, todos hemos conocido caso de personas que “lo tenían todo” (lo material, incluido, claro, el dinero), pero sucumbieron a una vida vacía en la que les hacía falta lo más importante.

Paz, tranquilidad, bienestar y, sobre todo, un propósito. Sí, una razón poderosa para que el privilegio de despertar cada día sea una fiesta, la motivación para cumplir con la misión que te fue encomendada. Por eso, hay millones de personas que carecen de riqueza material, pero son felices y viven una vida de abundancia y prosperidad que, además, les permite dejar huella en el mundo.

¿Un ejemplo? La Madre Teresa de Calcuta, que eligió como estilo de vida el mejor oficio del mundo: servir a otros. Lo practicó y lo disfrutó todos y cada uno de los días de su vida. Su sueño era ayudar a los más necesitados y utilizó todos los recursos a su alcance para darles una vida digna a millones de pobres. Su recuerdo está vigente hoy, más de 25 años después de su muerte.

O, también, el magnate estadounidense Douglas Tompkins. Si vives en Chile o Argentina, seguro sabes quién es. Si no es así, te invitamos a leer hasta el final porque historia, esta historia, es apasionante. Y si eres una de las personas que se preocupan por el planeta, por el medioambiente y por realizar acciones efectivas que mitiguen los efectos del cambio climático, te gustará más.

Tompkins nació el 20 de marzo de 1943 en Conneaut (Ohio), en una familia acomodada. Desde siempre mostró interés por los deportes al aire libre, una pasión que no pudo reprimir. A los 17 años, dejó las aulas de la escuela y le dio un cambio radical a su vida: se trasladó a la costa occidental y se dedicó de lleno a dos actividades que lo apasionaban: esquiar y escalar montañas.

Ese fue el comienzo: tres años después, fundó en California una empresa dedicada a ofrecer los servicios de guía de escalada, una actividad que por aquel entonces tomaba auge. Y en la que, además, la vida le permitió encontrar a su compañera de aventura: Susie Russell, apasionada por el senderismo que después se convertiría en su esposa. Y, también, en la cómplice de sus sueños.

La empresa no demoró en alzar vuelo, aunque antes tuvo que superar algunas dificultades. ¿Por ejemplo? Era difícil y costoso conseguir equipamiento para los deportes al aire libre, por lo que sus clientes muchas veces se desanimaban y se apartaban. ¿La solución? Obtuvieron un préstamo y crearon The North Face, una tienda minorista que fabricaba los implementos para el montañismo.

El corto camino que habían recorrido les enseñó que había muchas personas interesadas en las actividades al aire libre, pero los equipamientos eran escasos y costosos. Entonces, se dieron a la tarea de diseñar sacos para dormir, mochilas, tiendas de campaña, equipos de camping y ropa para deportes al aire libre. Crearon el paraíso para atletas, mochileros y aventureros al aire libre.

Poco a poco, gracias a la calidad y a la variedad, los productos también se ganaron el corazón de los jóvenes, independientemente de que fueran o no amantes de los deportes al aire libre y la aventura. La carpa Igloo, que se inspiró en los campamentos de los aborígenes, fue su producto estrella, al punto que otras marcas lo copiaron y lo popularizaron en todo el mundo.

Tompkins vivía el que para muchos es el sueño ideal: tenía dinero, éxito y reconocimiento, pero no era feliz. En su corazón, algo le decía que ese no era el camino, que esa no era la razón por la cual había llegado a este mundo. Y, entonces, de nuevo, tomó una decisión radical: vendió The North Face y con el dinero que recibió realizó el viaje que cambió su vida, esta vez de manera definitiva.

¿A dónde fue? Partió de California y, en automóvil, llegó hasta la Patagonia. Lo que observó allí, en el extremo sur de América del Sur, lo dejó maravillado. “Fue amor a primera vista”, solía decir para explicar la atracción que sintió por aquel paraíso. “Me di cuenta de que ese era el lugar en el que quería pasar el resto de mi vida”, agregaba. Fue una poderosa conexión que se mantuvo el resto de sus días.

La travesía se extendió durante 6 meses y luego fue recreada en el documental Mountain of Storms, producido en 1972. De vuelta a la realidad, Tompkins abrió un nuevo negocio de ropa que el mundo conoció como Espirit. En pocos años, de nuevo, logró éxito y riqueza: en 1980 sus ventas anuales superaban los 1.000 millones de dólares y no tardó en llegar a múltiples países.

Más allá de ese éxito en los negocios

Más allá de ese éxito en los negocios, Tompkins separaba cada año algunos meses para realizar nuevas travesías, siempre a destinos naturales en los que, además, pudiera practicar sus deportes favoritos. Lugares en los que se encontró con una realidad que atrajo su atención: el excesivo consumismo que provoca un terrible impacto en el planeta, en el medioambiente.

Fue un mea culpa, porque él mismo, a través de sus exitosos negocios, era un promotor de ese consumismo aterrador. Fue, entonces, cuando conectó con su propósito de vida: a finales de los 80, Espirit lanzó una campaña denominada ‘Compre solo lo que necesite’, para crear conciencia y pedir decisiones de compra responsables por parte de sus clientes. Por supuesto, fue un éxito.

Y, de paso, ya no hubo marcha atrás en ese camino que guiaba su vida: ayudar al planeta. En 1989, ¿qué crees que hizo? ¡Sí, lo hizo de nuevo! Un giro radical en su vida: se divorció, le vendió Espirit a su exesposa por 125 millones de dólares y puso punto final a su brillante carrera en el mundo de los negocios. Ah, y algo más: se radicó en la Patagonia, aquel lugar que lo había enamorado.

“La industria de la moda estaba creando cosas que la gente no necesitaba. Abandoné una economía basada en un consumismo irrelevante que produce trastornos en el medioambiente”, dijo en una de las entrevistas que concedió antes de morir. Una vez instalado en el sur del continente, creó dos fundaciones para respaldar su trabajo: Deep Ecology y Conservation Land Trust.

¿Qué hizo? Comenzó a comprar grandes extensiones de tierra, miles de hectáreas, con la intención de utilizarlas en su conservación. Es decir, evitar que fueran aprovechadas en nuevos desarrollos consumistas. Una labor que, como era de esperarse, le generó problemas y algunos enemigos. Lo acusaron de ser agente encubierto del gobierno de EE. UU., para quedarse con las fuentes hídricas.

Específicamente, los de los Esteros de Iberá, un humedal de unos 12.000 km2 localizado en la provincia de Corrientes, nororiente de Argentina. Para algunos se convirtió en una incómoda figura, pero para el planeta resultó ser un oasis salvador. Tompkins, fiel a un estilo que marcó su vida, nunca respondió a las agresiones, nunca contraatacó y dejó que el tiempo pusiera las cosas en su lugar.

Y, mientras, continuó con su misión. En 1993 se casó con Kristine McDivitt, que había sido la directoria ejecutiva de la marca Patagonia. A partir de entonces, se dedicaron a restaurar los extensos terrenos adquiridos para convertirlos en áreas protegidas. No tardaron en recibir el respaldo de otros activistas, con lo que su labor llegó a ámbitos en los que causó polémica.

“Nosotros entendemos que la crisis medioambiental se debe al antropocentrismo: los seres humanos primero y la naturaleza, después. Pero esa es una visión cortoplacista porque dependemos de la naturaleza, y no al revés”, respondió en una entrevista. “No tenemos otra opción: si no trabajamos por el planeta, tendríamos que decirle adiós en poco tiempo”, agregó.

Poco a poco, las voces en contra se silenciaron y comenzaron a verse los resultados del trabajo de Tompkins. Durante años, compraron más terrenos para convertirlos en parques nacionales y luego donarlos a sus respectivos países de origen. En cada terreno realizaron arreglos, regeneración de la naturaleza, repoblamiento de especies nativas y capacitación para los residentes, sus aliados.

Algunos de los parques que entregaron fueron los siguientes:

1.- Parque Nacional Monte León, ubicado en la provincia de Santa Cruz (Argentina)

2.- Parque Nacional Corcovado, ubicado en la provincia de Palena (Chile)

3.- Parque Nacional Yendegaia, ubicado en la provincia de Tierra del Fuego (Chile)

4.- Estancia El Rincón, ubicada en la provincia de Santa Cruz (Argentina)

5.- Parque Nacional Impenetrable, ubicado en la provincia de Chaco (Argentina)

Douglas Tompkins murió el 8 de diciembre de 2015 sin poder cumplir el último de sus sueños. Mientras practicaba kayac en el lago General Carrera (entre Argentina y Chile), se volcó y murió de hipotermia. Eso, sin embargo, no detuvo la marcha de su proyecto: cuatro años después, su esposa Kristine le entregó al estado chileno 470.000 hectáreas de parques naturales. En total, la pareja restituyó 800.000 hectáreas.

Cuando tenía 49 años, Douglas Tompkins era un exitoso hombre de negocios, gozaba del reconocimiento de la industria de la moda y vivía en una fantástica mansión en las montañas de San Francisco (California). Por fortuna para el planeta, cambió el rumbo de su vida y sobre los terrenos que adquirió construyó 17 parques con glaciares, lagos, fauna y especies nativas.

Actualmente, las Fundaciones Rewilding Chile y Rewilding Argentina, herederas de la labor de Tompkins Conservation, siguen con los proyectos. Gracias a las donaciones realizadas y en coordinación con los gobiernos de esos países, se han protegido más de seis millones de hectáreas, una superficie mayor al tamaño de Croacia. El legado de Douglas Tompkins jamás morirá…

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