La juventud urge que le demos herramientas, recursos y, sobre todo, que creamos en ellos, en sus sueños.
“Lo mejor está por venir” es una frase que nos decimos con frecuencia, en especial en aquellos momentos en los que la vida se pone cuesta arriba. Son cinco palabras que encierran un gran poder espiritual y a las que recurrimos tanto para que nos den fuerza como para que nos inspiren. Es una luz de esperanza de que el nuevo día, el siguiente, va a ser mejor que el hoy, el presente.
El problema es que a veces, muchas veces, nos quedamos en la ilusión, en el pensamiento. O, de otra forma, le pedimos a la vida que nos dé algo mejor y nos sentamos a esperarlo. Y así no funciona, seguro lo sabes. ¿Por qué? Porque lo que recibes de la vida, lo que la vida te da, está determinado por aquello que tú haces, lo que le das a la vida: cosechas lo que has sembrado.
Y, claro, para poder cosechar es necesario sembrar la semilla en tierra fértil y, además, cuidarla, regarla, protegerla. Es la ley de la naturaleza. Una ley que, tristemente, olvidamos con frecuencia cuando nos referimos a los jóvenes. Los relegamos, los limitamos de múltiples formas, los juzgamos, los menospreciamos, los discriminamos sin caer en cuenta que ellos son el futuro.
¿Cómo podemos esperar que “lo mejor esté por venir” si les cortamos las alas a los jóvenes y les impedimos alzar el vuelo? ¿Cómo podemos ilusionarnos con un futuro mejor cuando no les damos a los jóvenes las herramientas y las oportunidades que requieren? ¿Cómo podemos esperar que cumplan sus sueños si les cerramos todas las puertas y no pueden adquirir el conocimiento?
El desempleo de los jóvenes es uno de los problemas más serios a los que se enfrenta el mundo en la actualidad, al punto que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) está alerta. El informe Tendencias mundiales del empleo juvenil 2020: la tecnología y el futuro de los empleos demuestra que la generación nini (ni estudian ni reciben formación, ni trabajan) va en aumento constante.
Las cifras son alarmantes: en 2016 había 259 millones de jóvenes clasificados como ninis, un número que aumentó a una cifra aproximada de 267 millones en 2019, y que supero los 273 millones en 2021. ¿El resultado? Si no se consigue torcer la tendencia, si no se revierte esta situación, las actuales y próximas generaciones están condenadas al “no futuro”.
La realidad es que los jóvenes son la población más expuesta a los males que aquejan al mundo. ¿Cuáles? Desigualdad, falta de oportunidades, dificultades para acceder a la educación básica y a formaciones que les permitan desarrollar las habilidades que el mercado laboral exige, empleos de mala calidad y baja remuneración, falta de protección judicial y social y discriminación.
La pandemia provocada por el COVID-19 fue la gota que rebosó la copa. Durante ese trágico período, los jóvenes se sintieron marginados, ignorados. Prácticamente nadie los consultó o tuvo en cuenta su opinión acerca de la situación o en la búsqueda de soluciones. Les incomoda saber que hubieran podido aportar y no se los tuvo en cuenta, se los hizo a un lado sin alternativa.
Así mismo, la encuesta Changing Childhood Project, de Unicef, estableció que “el 59 % de los jóvenes siente que hoy hay más presión para alcanzar el éxito que en la época de sus padres”. Una elevada presión que se manifiesta a través de males como estrés, ansiedad y nerviosismo, a los que se suma unas de las enfermedades modernas más letales: la depresión y la salud mental.
¿Cuáles son las principales preocupaciones de los jóvenes, hoy?
1.- Disfrutar de mayor libertad.
La sobreprotección es un obstáculo que les impide a los jóvenes desarrollar una identidad propia, la autoestima y forjar sus sueños. Se sienten cohibidos a la hora de expresar sus pensamientos
2.- Integración en el entorno.
La idea de ser rechazados por sus amigos o compañeros les produce ansiedad y miedo. La violencia de género entre adolescentes y el bullying los atormenta y los intimida, dificultan la socialización
3.- No aceptarse como son.
En especial, no sentirse felices con su cuerpo, que muchas veces es el origen de críticas y burlas por parte de su entorno. Y no comulgan con los modelos de belleza impuestos por la sociedad
4.- Las relaciones sexuales.
El despertar de las hormonas en la adolescencia los enfrenta a un mundo desconocido en el que no saben cómo desenvolverse. Temen el rechazo de las personas por las que sienten atracción
5.- Los ingresos económicos.
A excepción de los que reciben dinero de sus padres, los jóvenes no tienen cómo generar sus propios recursos y, por ende, no pueden cumplir sus sueños y hacer realidad sus proyectos
6.- Falta de reconocimiento académico.
Solo aquellos que consiguen notas sobresalientes son valorados, aunque muchos de ellos, como los demás, no logran ingresar al mundo laboral. No saben qué camino elegir o qué estudiar}
7.- Miedo al futuro.
Por todo lo anterior, les atemoriza lo que van a vivir a los 30 o 40 años y tengan responsabilidades mayores. Sienten pánico de pensar que no podrán construir la vida con la que sueñan
8.- Búsqueda de una identidad propia.
No quieren ser como sus padres, no quieren seguir el mismo camino de sus padres, pero la sociedad no les ofrece caminos alternativos. Se ven abocados a los conflictos que los desbordan
9.- La desigualdad.
En cualquiera de sus manifestaciones, en especial con respecto a los derechos de las personas LGTBQ+. Se sienten discriminados por sus creencias, porque su visión de la vida es diferente
10.- La crisis climática.
Sienten que les tocará enfrentar las consecuencias de los malos hábitos y acciones de los mayores y, lo peor, entienden que no están preparados para hacer frente a una situación tan compleja
De acuerdo con la encuesta de Unicef, el 57 % de los jóvenes, sin embargo, piensa que el mundo se está convirtiendo en algo mejor. Recuerdo: “lo mejor está por venir”. En promedio, tres de cada cinco jóvenes manifiestan creer que el mundo progresa hacia un futuro mejor. Es decir, a diferencia de los adultos, entre quienes reinan la desazón y la desilusión, los jóvenes son optimistas.
En Estados Unidos, por ejemplo, el 67 % de los jóvenes entre 15 y 24 años cree que el mundo va camino de ser un lugar mejor. El porcentaje de optimismo disminuye, al menos un punto, con cada año de vida. Como dato relevante, el optimismo de las mujeres es inferior al de los hombres: ellas tienen un 6 % menos probabilidades de decir que el mundo se está convirtiendo en un lugar mejor.
En promedio, el 54 % de los jóvenes manifiesta creer que los niños de su país tendrán una mejor situación económica que sus padres cuando crezcan: el modelo de referencia es la situación actual de sus padres. La respuesta optimista de los jóvenes es un poderoso indicador de fe en el progreso, clara muestra de que tienen un concepto bastante bueno de las perspectivas de su generación.
“Lo mejor está por venir” es una frase que puede resumir ese optimismo de los jóvenes. Sin embargo, está más en los adultos que en ellos mismos que se pueda hacer realidad. ¿Cómo así? Es necesario garantizarle acceso a educación de buena calidad, a empleo estable y digno; darles la oportunidad de desarrollar habilidades, de cristalizar sus sueños a través de emprendimientos.
En 2014, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 15 de julio como el Día Mundial de las Habilidades de la Juventud. Es una fecha para celebrar la importancia estratégica de dotar a los jóvenes de aptitudes para el empleo, el trabajo decente y el emprendimiento. Un día para ser conscientes de que necesitan nuestra ayuda para gestionar el mundo que les vamos a dejar.
El tema del propuesto para 2023 es “Formar a los docentes, formadores y a la juventud para un futuro transformador”. Pone de relieve el papel esencial que desempeñan los docentes y otros educadores en la formación de los jóvenes. La intención es prepararlos para realizar su transición al mercado laboral y para que participen activamente en sus comunidades y sociedades.
El mundo laboral cambia con rapidez y exige nuevas habilidades, competencias flexibles y, sobre todo, una mentalidad capaz de adaptarse al cambio constante y a los retos que nos impone la tecnología. De lo que se trata es de dotar a los jóvenes del conocimiento, herramientas, recursos y habilidades necesarias para convertirse en trabajadores cualificados y valorados por las empresas.
¿Qué buscan los jóvenes en el mercado laboral?
1.- Flexibilidad laboral. La conciliación de la vida laboral y de la personal es imprescindible
2.- Teletrabajo. O algún otro formato híbrido que evite acudir todos los días a la oficina
3.- Oportunidades de desarrollo. Formación, capacitación, oportunidades de crecimiento
4.- Salario competitivo y equitativo. El dinero no es lo más importante, pero sí importa
5.- Diversidad e inclusión. Tolerancia, buen ambiente, un espacio abierto para todos
6.- Aprendizaje personalizado. Se niegan a ser tratados como una masa, como un colectivo
7.- Networking y contactos. Necesitan hallar su lugar en el mundo y ser reconocidos
En IOCA Group estamos convencidos del valor y del poder de la juventud y, por eso, disponemos de programas de apoyo especialmente diseñados para ellos. Uno es el programa Embajadores, a través del cual jóvenes latinoamericanos dejan huella en la sociedad a partir de sus talentos y de su trabajo. Con su pasión, inspiran grandes transformaciones en su entorno y en la sociedad.
Así mismo, a través de alianzas estratégicas con fundaciones de España, Costa Rica, Venezuela y República Dominicana apoyamos el propósito de miles de jóvenes en pro del medioambiente y de la conservación del planeta. Son actividades que les permiten encontrar su lugar en el mundo y, algo que es muy importante para ellos, convertirse en parte de la solución de los problemas.
Creemos firmemente en que “Lo mejor está por venir”, pero también sabemos que solo podrá haber algo mejor si ayudamos, apoyamos y formamos a nuestros jóvenes. Si les damos buenas oportunidades de desarrollo y crecimiento, si dejamos que abran sus alas y vuelen alto. No es muy difícil, pues, al fin y al cabo, es lo mismo que nosotros pedíamos cuando éramos jóvenes…