Un día estábamos felices, orgullosos del trabajo realizado y de la confianza que nos brindan nuestros clientes, y al día siguiente una inesperada crisis nos enfrentó a un escenario temible y desconocido. Las autoridades en todo el mundo decretaron el cierre de los establecimientos público, prendieron las alarmas sanitarias y la vida, literalmente, cambió de un día para otro.
Nadie, absolutamente nadie, quedó ajeno a esta atípica situación provocada por el COVID-19. Los adultos mayores, por el alto riesgo de contagio, fueron confinados al encierro. Los niños y jóvenes dejaron las aulas de los colegios y las universidades y tuvieron que adaptarse a un nuevo estilo de aprendizaje, a través de canales digitales. Y el trabajo también se transformó.
Esa tendencia que conocíamos como home work o teletrabajo, que ya era práctica regular en algunas empresas como Google, se convirtió en el pan de cada día para todos. Sin importar cuál era tu función en el ámbito laboral, sin importar tu nivel de conocimiento experiencia, sin importar tu cargo, todos tuvimos que adaptarnos a las nuevas y anormales condiciones.
Pasaron unos días antes de poder superar el golpe sicológico. Un virus que veíamos lejano, muy lejano, en la hasta entonces desconocida ciudad de Wuhan, capital de la provincia de Hubei en China, de repente se instaló en nuestra vida. Y no solo nos obligó a cambiar la rutina que teníamos y a adquirir extremos hábitos de cuidado, sino que nos inundó el pánico.
En IOCA Group, como en cientos de miles de empresas en el mundo, se nos vino el mundo abajo. Nuestra operación era ciento por ciento en el ámbito físico, presencial, y la verdad era que estábamos rezagados en el tema de internet, demorados en dar el paso a lo digital. Hoy, casi tres años más tarde, sabemos que vamos ganando la batalla, que superamos la prueba.
Un largo y difícil que no ha terminado, lo sabemos, pero que nos dio la oportunidad de sacar a relucir lo mejor de cada uno de los integrantes de esta gran familia y lo mejor que somos como una empresa. A la fuerza, obligados por las circunstancias, tuvimos que enfrentar un cambio drástico. Sabemos que esto no terminó, que hay más retos, otros desafíos apasionantes.
Nos enfrentamos a una de las realidades más complejas para cualquier organización: la resistencia al cambio. Es algo común en todos los seres humanos, que cuando nos sentimos cómodos en alguna situación o circunstancia no queremos salir de allí. Sin embargo, se nos olvida que la dinámica de la vida es el cambio, es algo que no podemos evitar, ni obviar.
La resistencia al cambio se origina por uno de los factores. Primero, el miedo a lo desconocido, a ingresar a universos que no son familiares y en los que el temor al fracaso está a flor de piel. Segundo, la aversión a cambiar lo que nos es cómodo y habitual, que implica además dejar de hacer cosas que nos agradaban e implementar otras que quizás no son tan cómodas.
Hay dos formas de resistir el cambio. Una, de manera pasiva, es decir, sin manifestaciones expresas. Un mal gesto permanente, la renuencia a participar y aportar en las discusiones y decisiones del grupo, la reticencia a implementar los cambios establecidos. Son actitudes que generar un mal ambiente laboral y que se traducen también en una baja de la productividad.
También está la manera activa, es decir, acciones manifiestas a través de voces de protesta o de negativas abiertas. Son comportamientos comprensibles, pero no aceptables dentro de una organización. Por fortuna, no nos enfrentamos a este temible enemigo porque contamos con el irrestricto respaldo de nuestro equipo, que apoyó cada una de las decisiones adoptadas.
5 lecciones aprendidas, que te ayudaran a superar tu resistencia al cambio
1.- La resistencia es inevitable.
Es inherente al ser humano, así que no la podemos eliminar. Y tampoco tiene sentido verla como un enemigo invencible, porque no es así. La clave es involucrar a las personas, que no se sientan excluidas del proceso de cambio, que no lo vean como algo impuesto. Escuchar sus temores, sus expectativas y sus anhelos contribuye positivamente a avanzar sin resistencia.
2.- Definir objetivos claros.
El miedo natural que provoca un cambio, en especial cuando el proceso se lleva a cabo en un ambiente de incertidumbre como el provocado por el COVID-19, se disipa con certezas. ¿Qué se persigue? ¿A dónde queremos llegar? ¿Qué se espera de cada uno? ¿Cuáles son los riesgos que se enfrentan? ¿Qué beneficios se obtendrán una vez se cumplan los objetivos previstos?
3.- Establecer acciones claras.
Los objetivos son el primer paso, pero debe estar respaldado por un plan de acción que no despierte dudas. Un plan que debe involucrar a todos los miembros de la organización, que nadie se sienta excluido, que todos se sientan importantes. Acciones a corto, mediano y largo plazo, que sean medibles. No se trata de definir el qué hacer, sino también el cómo hacerlo.
4.- Incentivar la participación.
Por supuesto, es más fácil en empresas pequeñas y medianas, pero no puede ser un obstáculo. No es posible pedirle compromiso a un empleado cuando no se siente parte del proceso. El sentido de pertenencia es uno de los pilares de una empresa exitosa y es crucial cuando en el proceso aparecen las mayores dificultades. En estos momentos, “la unión hace la fuerza”.
5.- Comunicación abierta y honesta.
Promover efectivos canales de comunicación entre los diferentes niveles organizaciones es una tarea imprescindible, en especial en tiempos de crisis. Esta estrategia evita la propagación de versiones, los malentendidos y las confusiones que generan ruido y pueden dar al traste con el proceso. Una buena comunicación entendida tanto como emitir, como, sobre todo, escuchar.
Las 5 actitudes y comportamientos que alimentan la resistencia al cambio
1.- El liderazgo negativo.
Lo que dicen y, sobre todo, lo que hacen las cabezas de la organización determina el rumbo del proceso. Lo fundamental es la coherencia, que haya concordancia entre lo que se dice y lo que se hace, porque de lo contrario se generarán dudas y se dará paso al miedo y la incertidumbre. Un líder negativo, inclusive en el nivel medio, puede dar al traste con el objetivo mayoritario.
2.- Exceso de trabajo.
En épocas de crisis, en las que los recortes de personal son inevitables, es común que haya una sobrecarga de trabajo. Esto, unido al miedo y a la incertidumbre, a la resistencia al cambio y una comunicación deficiente, puede ser una bomba de tiempo. Las estrategias habituales suelen no ser efectivas en períodos críticos, así que hay que echar mano de la creatividad.
3.- La falta de motivación.
Cuando no hay directrices claras, cuando la comunicación no es fluido o no se percibe como honesta, cuando el empleado no se siente involucrado en el proceso, la consecuencia natural es la pérdida de motivación. No la menosprecies, porque esta conducta es simplemente el primer paso de una larga cadena de males. Hay que hacer todo lo posible por erradicarla.
4.- Imposibilidad para crecer.
Otro enemigo que no se puede mirar de reojo. Cuando los empleados perciben que no hay posibilidades de crecimiento personal y, en especial, profesional dentro de una organización, se estancan. Nada más sano que brindar oportunidades, que ofrecer estímulos, que premiar no solo los resultados, sino la actitud positiva que contagia a otros e impulsa la empresa.
5.- El síndrome del sobreviviente.
Cuando en una organización se permite que reinen la incertidumbre y el miedo, el ambiente se torna tóxico. Si bien en tiempos de crisis es imposible garantizar la permanencia de nadie en una empresa, lo peor que puede ocurrir es que cada día la ansiedad, la insatisfacción, la falta de incentivos y el estrés se conviertan en algo habitual. Ese, sin duda, es el comienzo del fin.
No hay fórmulas perfectas, está claro. Cada empresa es un mundo distinto, un universo único y, por lo tanto, debe crear sus propias reglas. Esa, sin duda, es una de las características más interesantes del proceso de cambio. En IOCA Group entendimos, a la luz de la experiencia de otras organizaciones, que el éxito es la recompensa que reciben los que asumen riesgos.
Cuando las autoridades decretaron el cierre de los establecimientos públicos, cuando se ordenó el confinamiento, pensamos lo peor, temimos lo peor. Sin embargo, tomamos buenas decisiones: la primera, no rendirnos; la segunda, trabajar unidos para salir adelante. En esas estamos, orgullosos de lo que hacemos, prestos a seguir ayudando a nuestros clientes.