
Aquellos garabatos que él, en su niñez, plasmaba en sus juguetes o en cualquier objeto que caía en sus manos como zapatos, un suéter o una gorra eran la punta del iceberg. Era un impulso irreprimible que en ese momento no tenía una explicación racional, pero que con el paso del tiempo se convirtió en una pasión, en una forma de vivir la vida, de dejar una huella.
Ireul Santiago Thyme Antonío nació en Colón (Panamá), una ciudad localizada en el norte del país, muy cerca de la entrada al Canal de Panamá, por el Caribe. Es reconocida por la zona libre, que alberga más de 2.600 compañías que a diario reciben la visita de inversionistas y turistas nacionales y extranjeros que adquieren artículos al por mayor libres de impuestos.
Aquellos garabatos, en esencia, eran una forma de comunicarse con el mundo, de contarles a otros cómo percibía el mundo, cuáles eran sus sentimientos y sus emociones. “Nunca les puse un límite a esas creaciones que daban vueltas en mi cabeza”, relata. Por fortuna, sus padres se dieron cuenta de que era un talento especial e hicieron lo necesario para apoyar a su hijo.
Lo inscribieron a clases de pintura y dibujo que fueron un gran estímulo y una formación que le permitió definir el camino que quería tomar en la vida. Otra faceta de ese talento era el baile, que practicaba mucho en el colegio, al punto que varios de sus profesores lo llamaban ‘el bailarín’. Lo cierto es que Ireul era un niño con una inclinación especial por el arte.
“Me encanta solucionar los problemas que se me presentan de una forma distinta, creativa. Me enfoco en buscar la solución adecuada desde diferentes ángulos para generar una nueva idea”, explica. A medida que creció, Ireul fue dándole forma a su pasión, fue labrando el camino que le permitiera comunicarse con el mundo y transmitir su mensaje con impacto.
El siguiente paso fue apoyar a otros que, como él, llevaban el arte en las venas. “Mi pasión por la gestión cultural me dio la posibilidad de viajar a Costa Rica y representar a mi país en una incubadora de ideas. Fue un gran aprendizaje y, además, salimos ganadores con el proyecto ‘Taller de Cine Documental’”, cuenta. Ese era el espaldarazo que necesitaba para continuar.
“Mi propósito es conectar conmigo mismo y ser consciente de lo que me rodea. Así, tengo la posibilidad de transformar mi realidad y brindarles ayuda a quienes también quieran llegar lejos con sus ideas”, relata. “Hago lo que hago porque me gustaría que me recuerden por los mensajes positivos que dejé, el trabajo que realicé y, sobre todo, lo que disfruté haciéndolo”.
Ser embajador de IOCA: “¡Es algo genial! Sabes que puedes ser tú mismo y que eres parte de una familia que te respalda y que apoya tus ideas”.
Ireul Santiago Thyme
Algo que casi nadie sabe de mí: “Bueno, para nadie es un secreto que el arte en todas sus manifestaciones me apasiona, por eso me encanta ver películas a diario”.