
Hoy, la línea que divide al deportista de alto rendimiento y al producto de marketing es cada vez más delgada, más difusa. De hecho, hay casos puntuales en los que deportista y producto son lo mismo, verdaderas empresas ambulantes. En los lejanos años 80, sin embargo, este era un fenómeno incipiente, reservado para unos pocos, la élite, en los deportes más populares.
Ese, por supuesto, no es el caso de una disciplina como el esquí náutico, tradicionalmente relegado en los medios de comunicación y, salvo casos excepcionales, lejos también del radar de los patrocinadores. Por eso, la historia de Ana María Carrasco, CEO de IOCA Group, resulta tan inspiradora. Una historia de superación, resiliencia, resistencia, valentía y coraje.
Sus padres, oriundos de España, vivieron una de las épocas más difíciles de ese país, la de la guerra civil. La violencia irracional los obligó a emigrar, primero a las islas Canarias y luego a Suramérica. Desembarcaron como polizones y con un dólar en sus bolsillos. Al arribar a Caracas (Venezuela), su equipaje eran sus sueños y el amor que sentía el uno por el otro.
Arrancaron de cero (o, quizás, de menos de cero), un duro comienzo que se transformó en motivación para construir un futuro mejor y, sobre todo, lo más importante: una familia. Al cabo de dos años en Venezuela, nació María Victoria y, dos después, María Esperanza. Ana María, la pequeña de la casa, llegó ocho años más tarde con graves problemas respiratorios.
Con tan solo dos meses, estuvo al borde de la muerte producto de una rebelde tosferina con espasmos en los bronquios. Fueron tiempos difíciles para la familia, largas noches de vigilia y de oración. En un panorama desolador, el pediatra que la atendía les dio una pequeña ilusión: la única esperanza de recuperación para la niña era que viviera al borde del mar.
Cada fin de semana, entonces, la familia se iba a un apartamento en Laguna Beach, en el estado de La Guaira, en el norte del país, a orillas del mar Caribe. Tras ocho meses de visitas continuas, Ana María dio signos de mejoraría. Ese fue el comienzo de una poderosa conexión con el mar, el medioambiente y la naturaleza, también componentes de su propósito de vida.
Poco tiempo después, la familia se trasladó a Higuerote, no lejos de allí, en el vecino estado de Miranda. Sus playas son reconocidas por la tranquilidad y belleza y son visitadas cada uno de los días del año tanto por turistas extranjeros como por los nacionales. Es también el punto de llegada de cientos de cruceros que recorren los distintos paraísos turísticos del Caribe.
Fue allí donde la familia Carrasco conoció el esquí, gracias a un matrimonio holandés, de apellido Stähle. Él era entrenador de sus hijas, las campeonas de Europa, y en virtud de la amistad con los padres de Ana María sus hermanas mayores María Victoria y María Esperanza comenzaron a practicar este deporte. Fue el comienzo de la dinastía de las hermanas Carrasco.
En medio de la naturaleza, por conducto de sus padres, Ana María se apasionó por la ecología, el cuidado del mar y su entorno. Una poderosa conexión que se fortaleció a medida que ella y sus hermanas ganaban competencias y se adueñaban de los trofeos. Más que esquiar, ella y sus hermanas bailaban sobre las aguas y deleitaban a los aficionados con su gran destreza.
Una década más tarde, Ana María era no solo la mejor esquiadora del país, sino también una figura del deporte latinoamericano. Fue campeona mundial en los años 80, en las modalidades de figuras y combinado; fijó varios récords mundiales y ganó los torneos más importantes de este deporte, como el U.S. Masters, los Juegos Panamericanos y los World Games, entre otros.

A la par, y con el fin de conseguir los recursos necesarios para financiar su carrera como deportista de alto rendimiento, Ana María creó la Corporación Prestigio Acuático (CPA). Esta empresa vendía artículos para la práctica del esquí náutico y pronto logró reunir un atractivo portafolio que incluía esquíes, lanchas, trajes de baño y wetsuits (trajes de neopreno).
Kidder, Ski Nautique, Dorita Vega y Rip Curl eran algunas de las marcas, pero la joya de la corona era Oakley. Esta empresa había sido creada en el garaje de la casa de James Jannard, en California (Estados Unidos). Comenzó en 1975 con productos para motociclismo. Las gafas aparecieron en 1980 y se popularizaron con los triunfos del ciclista profesional Greg Lemond.
Los triunfos se combinaron con grandes lecciones que le enseñaron a Ana María que lo difícil no es subir a la cima, sino permanecer allí y escalar otras más altas, más retadoras. A los 28 años, sin embargo, la vida le indicó que debía seguir otros caminos: estudió Administración de Empresas para abrirse paso en la otra pasión que corría por sus venas: la de los negocios.
Desde que tenía 15 años, vendía avisos publicitarios para una revista llamada Esquí Acuático y otros deportes y a los 16 se convirtió en la imagen de Dorita Vera, una reconocida diseñadora de traje de baños de su país. Fue la primera esquiadora que compitió en bikini. A los 18, junto con dos administrativos, cuatro vendedores y 40 costureras, montó su marca de trajes de baño.
Luego, a los 20, comenzó a distribuir los productos Oakley, actividad a la que estuvo dedicada por 33 años. Esta marca fue el gran maestro de IOCA Group, gracias a la identificación de su propósito y de su visión de futuro. Fruto de esa alianza, IOCA Group fue distinguido 15 veces como ‘Mejor Distribuidor del Año’ y por 3 años consecutivos como ‘Mejor Distribuidor Overall’.
Una cadena de éxitos que le permitió llevarse a su oficina de Venezuela el más preciado trofeo, ‘La Mina’. IOCA Group es la única empresa del mundo que consiguió este galardón. En 2009, en la cresta de la ola, su vida dio un giro radical: se radicó en Hallandale (Florida), en los EE. UU., huyendo de la difícil situación de su país y en busca de un mejor porvenir para su familia.
Su negocio había crecido y ya tenía tiendas en Panamá, Costa Rica, El Salvador, Honduras y República Dominicana, además de Venezuela. Nuevas oportunidades se presentaron y en 2015 regresó a la industria textil, gracias a la creación de la marca Wizz. Había, sin embargo, una asignatura pendiente, una cuenta que no podía esperar más tiempo, y se dispuso a pagarla.
Se alió con dos diseñadores industriales, uno estadounidense y otro venezolano, y junto con su socia empezó el emprendimiento llamado Bevu, envases reutilizables. Es un proyecto inspirado en el cuidado del mar, de su ecosistema, que la llevó a crear un producto novedoso, libre de tóxicos y fabricado con materiales reusables. El propósito es hacer de este planeta un lugar mejor.
Ahora, como cabeza de IOCA Group, Ana María se enfrenta a un nuevo y desafiante reto: la digitalización de la operación de la empresa. Era un objetivo trazado desde el pasado, pero que se aceleró por cuenta de la pandemia. Esta crisis, que sacudió los cimientos e hizo temer por el futuro de la organización, se convirtió en la oportunidad para dar el paso hacia lo digital.
A lo largo de cuatro décadas, IOCA Group desarrolló un sistema de gestión que ha ayudado a otras empresas a transformarse en líderes y referentes de su industria. Hoy, de la mano de poderosas herramientas como el big data, la inteligencia artificial y la inteligencia de negocio (business intelligence), promueve la transformación de negocios en empresas extraordinarias.
Son muchas las dificultades que Ana María Carrasco y el IOCA Group sortearon con éxito en el pasado. Y no faltarán más en el futuro, porque así es la vida, así son los negocios. Sin embargo, existe la convicción de que siempre vendrán tiempos mejores y de que esta crisis fue solo una prueba de la que IOCA Group va a salir fortalecida. No es una promesa, sino un compromiso.
Esta circunstancia ha sacado a relucir lo mejor de IOCA Group, de todos y cada uno de los miembros de esta gran familia que se ha logrado conformar a lo largo de estos años. Son valiosas personas y profesionales comprometidos, alineados con los valores y principios de la organización y, en especial, con un sueño inclaudicable: el de construir un mundo mejor.
Todo lo que ha ocurrido, todas las dificultades, es nada más una oportunidad que la vida nos ofrece para ser mejores, para aprender. Y la vamos a aprovechar, la estamos aprovechando. Así como la pequeña Ana María logró salvar su vida a través de su conexión con el mar, IOCA Group va a cristalizar sus sueños gracias a la conexión con sus clientes. Esta sí es una promesa…

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